viernes, 20 de mayo de 2011

Eloísa está debajo de un Almendro - Enrique Jardiel Poncela

   Debía colgar esto. Pertenece a una obra maestra; Eloísa está debajo de un almendro, de Enrique Jardiel Poncela. Una comedia de humor absurdo, en la que se desarrolla una intrigante historia detectivesca que no tiene desperdicio. Humor sin sentido, personajes alocados y situaciones incoherentes cargadas de emoción.  Una obra que recomiendo encarecidamente a toda aquella persona que pueda permitirse jactar de tener un sentido del humor fino y disparatado.

   En este fragmento, Fermín, el mayordomo de la casa del señor Edgardo, acompaña y enseña las costumbres de la casa a Leoncio, el futuro sustituto de Fermin. El pobre Fermin lleva cinco años trabajando para Edgardo y planea dimitir ya que en esa casa... digamos... que nadie esta muy bien de la cabeza...

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EDGARDO.—Ya era hora, hombre. (Mirando de alto abajo a Leoncio.) Conque ¿éste es el aspirante?
FERMÍN.—Éste, señor.
EDGARDO.—Tiene algo cara de tonto.
FERMÍN.—Como al señor no le gustan los criados con demasiada cara de listo...
EDGARDO.—El justo medio es lo prudente. ¿Se va imponiendo en las costumbres de la familia?
FERMÍN.—Poco a poco, porque sólo llevo enseñándole desde este mediodía por si al señor no le gustaba, y como la cosa no es fácil...
EDGARDO.—No es fácil; lo reconozco. (A Leoncio.) ¿A ver? Acérquese...
FERMÍN.—(Aparte, a Leoncio.) El interrogatorio misterioso... Cuidado con las respuestas.
LEONCIO.—Sí, sí...
EDGARDO.—¿De dónde es usted?
LEONCIO.—De Soria.
EDGARDO.—¿Qué color prefiere?
LEONCIO.—El gris.
EDGARDO.—¿Le dominan a usted las mujeres?
LEONCIO.—No pueden conmigo, señor.
EDGARDO.—¿Cómo se limpian los cuadros al óleo?
LEONCIO.—Con agua y jabón.
EDGARDO.—¿Se sabe usted los principales trayectos ferroviarios de España?
FERMÍN.—(Interviniendo.) Hoy empezaré a enseñárselos, señor.
EDGARDO.—¿Qué comen los búhos?
LEONCIO.—Aceite y carnes muy fritas.
EDGARDO.—¿Cuántas horas duerme usted?
LEONCIO.—Igual me da dos que quince, señor.
EDGARDO.—¿Fuma usted?
LEONCIO.—Cacao.
EDGARDO.—¿Sabe usted poner inyecciones?
LEONCIO.—Sí, señor.
EDGARDO.—¿Le molestan las personas nerviosas, de genio destemplado y desigual, excitadas y un poco desequilibradas?
LEONCIO.—Esa clase de personas me encanta, señor.
EDGARDO.—¿Qué reloj usa usted?
LEONCIO.—Longines.
EDGARDO.—¿Le extraña a usted que yo lleve acostado, sin levantarme, veintiún años?
LEONCIO.—No, señor. Eso le pasa a casi todo el mundo.
EDGARDO.—Y que yo borde en sedas, ¿le extraña?
LEONCIO.—Menos. ¡Quién fuera el señor! Siempre he lamentado que mis padres no me enseñasen a bordar, pero los pobrecillos no veían más allá de sus narices.

1 comentario:

  1. Vaya que si estaban locos esa peña xD Estaría guay verlo en teatro ^^

    ¡Un beso, brother! (:

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